jueves, 2 de julio de 2020

COMENTARIOS IX

La Piedad de Fernando Gallego
En una descripción general del cuadro diríamos que en él se  representa la escena de la Piedad con la figura de la Virgen María sosteniendo el cuerpo muerto de Cristo. También observamos que en la parte inferior izquierda y también en un primer plano, pero con un tamaño notablemente inferior, que la escena principal, aparecen representadas dos personas (hombre y mujer) que representan a los donantes del cuadro. Por último y tras estos personajes y como fondo aparece un paisaje de claro matiz ocre a semejanza del  paisaje meseteño castellano y en el que entre rocas se representa una fortaleza medieval que bien podría decirse que representa a la Jerusalén celestial.
Pero, pasemos a un análisis más exhaustivo de este cuadro. En primer lugar decir que se encuentra expuesto en el museo del Prado en la sala 051 B, que fue pintado entre 1465 – 1470 con una técnica mixta (óleo y temple) sobre tabla de madera de pino. Y que sus medidas son 118 x 111 cm. 
En segundo lugar decir que su autor Fernando Gallego, salmantino (1440-1507), es un pintor gótico, probablemente el más destacado representante del estilo hispanoflamenco en Castilla en el último tercio del siglo XV y en los primeros años del siglo XVI y ésta, La Piedad, es la primera de sus obras que se conserva.
La obra pudo ser un encargo destinado a algún monumento o lugar funerario como lo sugieren sus características: materiales, dimensiones, temática e incluso ese remate en forma de arco rebajado de la parte superior del cuadro, tan diferente de los cuadros al uso.
Madonna de la Humildad de
Giovanni di Paolo
En esta tabla Fernando Gallego representa la Piedad o Quinta Angustia, siguiendo el modelo flamenco de pintores como Rogier Van der Weyden, donde se muestra el profundo dolor que experimenta la Virgen al recibir en sus brazos el cuerpo sin vida de su hijo. Esta iconografía se puede considerar una variante de la Virgen como Madona de la Humildad, tan propia del arte gótico y donde aparece con el Niño sobre sus rodillas, en ocasiones entronizada y en otras sentada en el suelo. Ahora se sustituye al Niño por el abrazo de la Virgen a Cristo tras la Crucifixión.

Descripción de la obra

En un primer plano y ocupando la mayor parte del espacio central aparece la figura de la Virgen que junto con su túnica y manto forman una pirámide triangular en la que se inscribe la figura del Hijo. María va vestida con una túnica roja de pliegues angulosos, alusiva al dolor de la pasión por la sangre de Cristo, y el manto azul cubriéndole los cabellos. Su cabeza al igual que la de su hijo aparece orlada con un halo formado por finos rayos solares de color oro, símbolo de su divinidad celestial. Está sentada con Cristo en su regazo al pie de la cruz, cruz, que como podemos comprobar, no está centrada, sino que está desviada hacia la derecha, y en la que figura la inscripción INRI (Jesús Nazareno, Rey de los Judíos) con lo cual se convierte en un objeto/elemento más de la composición e incide en la idea principal del autor que es intentar reflejar el dramatismo de la escena ante el dolor de la Virgen (Quinta Angustia) por la pérdida de su hijo. Su rostro es prototípico en este tipo de representaciones.
Detalle de la Virgen
Tiene el ceño levemente fruncido, la nariz recta y los ojos almendrados y tímidamente llorosos. María acerca su rostro y sus labios al de su Hijo muerto, probablemente para besarlo como despedida final.
Por su parte Cristo aparece tendido sobre el regazo de su madre formando una diagonal que sigue la arista de la pirámide constituida por la escena central al apoyar de una forma no natural sus pies sobre la piedra de la parte inferior derecha de la tabla, postura imposible en un cadáver sin rigor “post mortem”, sus piernas ligeramente distorsionadas, o sus brazos en posición asimétrica y levemente separados del cuerpo,  elementos todos ellos que contribuyen por una lado a romper la rigidez de la figura, a dar sensación de inestabilidad y movimiento en el interior de la pirámide y en cierto modo a dar a la escena un cierto ritmo. 
Detalle de los rostros
Aparece desnudo cubierto tan sólo con un corto paño de pureza blanco, hecho que contribuye  a conmover al espectador. El rostro arrugado, lejos de la idealización y con la expresión de la muerte en los ojos entreabiertos, casi en blanco da una sensación de crudeza buscando inspirar devoción en los fieles. Pero no hay una recreación en el dolor físico de Cristo, de hecho las huellas de la pasión en su cuerpo sólo se sugieren discretamente en el rostro, pecho y en las extremidades, pero no hay corona de espinas y en el costado la llaga está cubierta con la mano de María. Son otros los elementos que contribuyen a dotar a la escena del gran patetismo que parece desprender, como el contraste entre la viveza de los colores de túnica y manto (azul y rojo intenso) con el rostro macilento y cetrino de Cristo. El plegado y amplitud de las vestiduras de la virgen que componen huecos oscuros y profundos como el interior misterioso de un útero materno. El rostro angustioso, la mirada melancólica y los ojos cubiertos de lágrimas de la Virgen que nos hacen sentir el profundo dolor que siente. La intensidad del abrazo materno sosteniéndole por la cabeza y la cintura, que acompaña a la expresión de su rostro, incluso la soledad de María que en otras escenas  aparece acompañada de S. Juan, María Magdalena…
Los donantes
En la parte inferior izquierda del cuadro y en menor tamaño que la Virgen y Cristo, aunque están en primer plano también,  aparecen dos figuras humanas de las que desconocemos su identidad y que representan a los donantes, según costumbre y tradición medieval. Los donantes aparecen de rodillas en actitud de oración, en este caso, cantando el “miserere mei domini”  o “apiádate de  señor”, que es como comienzo el Salmo 50 y por el que se pide perdón por los pecados cometidos.
El menor tamaño de estos personajes, en los que no hay intención de retratar a sus personas, sirve para reforzar la importancia de los personajes divinos frente a los donantes que son figuras terrenales.
Detalle de los donantes
En cuanto a la ropa, los personajes aparecen con peinado corto, tocado alto y vestidos con ricas vestimentas propias de la época, lo que nos hace pensar que pertenecían a una clase acomodada, probablemente nobleza o alta burguesía.
También en primer plano vemos su firma, en caracteres romanos y separada de la composición por piedras, como lo hace también con los donantes.
Por último encontramos un fondo paisajístico en el que se desarrolla la escena que Gallego quiere mostrarnos, parece difícil vincularlo con un paisaje real, y recuerda a los paisajes de las pinturas de la escuela de los primitivos flamencos como Van Eyck o el propio Van der Weyden, pero, por la paleta de colores, rica en ocres, se acerca más a los colores típicos de Castilla.
También aparecen animales y personajes desarrollando tareas cotidianas, un hombre montado en un burro, un soldado custodiando un castillo, etc., mostrando un claro gusto por lo cotidiano y costumbrista siguiendo las tendencias de la pintura flamenca que tanta influencia tuvo en la península en los siglos XV y XVI. Al fondo de la escena encontramos una fortaleza con su castillo y sus murallas que bien podría representar a la Jerusalén celestial bella y resplandeciente.
En cuanto a la perspectiva es propiamente lineal: parece haber un claro “punto de fuga” en el castillo, también se observa a lo lejos el pueblo, más lejos las montañas. También hay una perspectiva teológica ya que los personajes centrales, Cristo y la Virgen, son de mayor tamaño para darles mayor importancia y el foco de luz es el cuerpo de Cristo, que es la única figura pintada con colores fríos.
Por otro lado también se consigue cierta sensación de perspectiva a través de la utilización de distintas capas de color en la tierra. El punto de vista es alto y la composición cerrada, con lo que aumenta el campo visual y por tanto la  sensación de profundidad, en un claro intento de dominar el espacio, hasta su consecución definitiva con el claroscuro renacentista.