Obra 1ª.- El carro de heno. De El bosco
Artista: Hieronymus van Aeken Bosch. El Bosco
Ubicación: Se conocen dos trípticos firmados por El
Bosco con el tema del carro de heno, ambos fueron propiedad de Felipe II: el
que se conserva en El Escorial y el del Prado.
Técnica: Óleo sobre tabla
Fecha de creación: La tradición lo data entre
1500/1502, pero actualmente las técnicas modernas lo datan hacia 1515/16
Medidas: La tabla central mide 135 x 100 cm, y
las tablas laterales 135 x 45 cm cada una.
El Bosco era hijo
y nieto de pintores. Debió de aprender el oficio en el taller de su padre,
aunque no lo hereda al tener un hermano mayor con la misma dedicación. Aprendió
también a dorar esculturas de madera y objetos sagrados, trabajando
especialmente para la catedral de la ciudad. En esta primera etapa aparece vinculado, de una forma activa,
a la cofradía de Nuestra Señora, para la que al parecer realizó pequeños
encargos y participaciones en proyectos pictóricos de los que no se conserva
ninguno, ni se documentan.
Poco a poco fue
adquiriendo un amplio prestigio en el país y a consecuencia del cual comienza a
firmar sus obras como «Bosch» o «Iheronimus Bosch» y es cuando es llamado por
Felipe para realizar diferentes encargos. Sin duda, El Bosco pintó cuadros de altar, como sus
contemporáneos, pero muchas de sus pinturas debieron de formar parte de
colecciones particulares. Felipe II, taciturno,
melancólico y gran admirador de las pesadillas desoladoras de la obra del
pintor, le apreció mucho interpretándolo en clave devota, afirmando que
si todos pintaban a los hombres como querían ser, él los pintaba como eran. Por
ello la más importante colección de obras suyas se conserva en España,
singularmente en el Museo del Prado.
Pero es en la
etapa de madurez cuando realiza los trípticos "El carro de heno" y "El jardín de las delicias" ambos en el Museo de El Prado. Y es donde su
capacidad creadora y su imaginación es más evidente, capacidad basada en el
conocimiento del arte de su época y manipulado profundamente hasta obtener
resultados insospechados como para constituir para algunos una premonición de lo
que siglos más tarde será el movimiento surrealista. Pero, sin más pasemos a
comentar esta obra de El carro de heno; es una de las pinturas más
famosas de la producción total del pintor holandés.
La forma
característica de las pinturas del Bosco es el tríptico, una secuencia de
tablas que le permitía desarrollar en el tiempo y en el espacio la narración; a
veces utilizaba también el exterior de los paneles para incluir algún
comentario moral.
Cubierta del Carro de heno |
La obra, El
carro de heno, es un tríptico, por lo tanto, está formado por tres tablas. El
tríptico del Carro de heno, cuando está cerrado, las dos caras externas del
tríptico cerradas configuran una única escena: presenta el tema del vendedor
ambulante, atribuido al Bosco y su taller. Representaría así “el hombre
en el proceloso camino de la vida”, con un peregrino,
una especie de ermitaño estoico. El estado físico y material del
caminante es lamentable, el deambular vital lo ha dejado tan abatido que se
vuelve con un rictus de amargura y melancolía. Acechado por los peligros del viaje, dando la espalda a unos bandidos, a una pareja
de lujuriosos -los aldeanos que danzan al son de la gaita-, defendiéndose con
el bastón de un fiero perro. Su lastimoso caminar se ensombrece aún más por la
presencia de unos cuervos revoloteando sobre unos huesos y, especialmente, por
la existencia de una horca cuya silueta se recorta sobre el celaje del fondo.
Nuestro
personaje, aunque malparado, ha salido triunfante sobre los males que le
acechaban. No le atrae ninguna de las necedades humanas; los hombres, no
comprendiendo esto, le llaman loco, pues para ellos es inconcebible que no se
deje arrastrar por las pasiones tal como muestran las imágenes del interior del
tríptico. El mensaje moralizador resulta evidente.
Al abrirse el
tríptico, dedicado al pecado, completamos los tres actos del drama de la
Humanidad. La presentación, nudo y desenlace, cual obra de teatro se tratase y
que se representan aquí del modo siguiente: El lateral izquierdo, según
miramos, muestra su origen en el mundo, la creación de la Humanidad con la aparición
del mal, desde los ángeles caídos al
pecado de Eva. El desarrollo de éste entre
los hombres, en el centro donde se ve a la humanidad arrastrada por el pecado,
por ese carro de heno, metáfora de origen bíblico alusiva a lo efímero y
perecedero de las cosas de este mundo. Y finalmente en la tabla derecha deja
ver el infierno, destino de los pecadores, con castigos acordes a sus faltas. La
creación de la Humanidad en el postigo derecho (izquierda según lo miramos) lo
presenta el pintor para hacer referencia al origen de los hombres -los hijos de
los hombres- y al primer pecado de éstos. La lectura iconográfica de esta tabla
de arriba abajo es la siguiente: los ángeles desobedientes son arrojados de la
gloria de Dios; como seres representantes del mal mientras se precipitan se
transforman en monstruosas figuras híbridas, mitad mosquitos o sapos y mitad
seres humanos. Tras la creación de Eva a partir de una costilla de Adán por el
Padre Eterno, uno de estos seres, híbrido -parte hombre, parte serpiente y
manos con garras-, induce a la primera pareja al pecado original; Finalmente, la expulsión del Paraíso terrenal está
coronada por una planta con espinas y varios frutos, uno de ellos picoteado por
un pájaro como símbolo de lujuria,
mientras el cardo simboliza las tentaciones de los sentido. Después,
con la expulsión, se iniciará la peripecia humana.
En la tabla
central, el panel central muestra una escena de un carro de heno, y a esto se
debe precisamente el título del cuadro,
además está basado en un texto del profeta Isaías,
que habla de cómo los placeres y las riquezas del
mundo se parecen al heno de los campos que se secan pronto y aún más pronto
se acaban. Lo simboliza como algo efímero, pero atractivo.
Dios desde lo
alto de los cielos mira a los hijos de los hombres, todos se han descarriado,
se han corrompido, ni uno solo hace el bien; diríamos que es la apoteosis de la
locura humana; el pecado se ha apoderado de las gentes y éstas solo se mueven
por él. Para ello El Bosco utiliza un proverbio flamenco que dice que («El mundo es como un carro de heno y cada uno
coge lo que puede»). Todos los estamentos desde el emperador hasta el papa -censurado
por vicios como la avaricia y la lujuria- de la nobleza al pueblo llano, se
afanan por conseguir una brizna de heno, o el summum subirse al carro
y alcanzar la cima del carro, que es arrastrado por seres monstruosos, claros
símbolos del mal, en abstracto o simplemente aquellos ángeles desobedientes que
se metamorfosearon en figuras diabólicas en la escena anterior, que conduce a
la Humanidad; estos seres son la soberbia, la lujuria, la avaricia, la
ambición, la bestialidad, la tiranía, la sagacidad y la brutalidad. Y los seres humanos para lograr su objetivo no
dudan en cometer todo tipo de atropellos y pecados, incluso el asesinato.
Indiferentes a la batalla que se desarrolla debajo, en la parte alta del
carro una pareja se besa ante tres personajes dedicados a la música y en
presencia de una lechuza, símbolo de la sabiduría y un ángel que mira la figura
de Cristo dando gracias. Es como si, El Bosco, nos quisiera decir que existen
unas personas en esta tierra que están más altos, más cerca de la salvación (Dios),
y debido a su especial sensibilidad toman conciencia de si mismos y su
creatividad es mostrada en diferentes formas de comunicación, como vemos, unos
a través de la música, otros a través del amor, se les ve felices, centrados y
conectados con la Verdad, incluso son tentados por ese diablo azul con nariz
trompetera y cola de pavo real, símbolo de vanidad, que parece entonar una
música infernal para atraer a los otros personajes, pero
al que no prestan atención, porque ellos saben su
lugar en el mundo. Detrás del arbusto se ve la figura de una persona que lleva
un cántaro observando la escena, ha conseguido subir a lo alto, ahora quiere
conocer, pero aún es desconfiado. El cántaro vacío representaría la sed de
verdad de estos humanos buscadores.
Guiando este carro de heno, en cuya cima va esta glorificación
de la conducta humana, y para conducirlo al infierno, representado en el ala
derecha del tríptico, tiran siete criaturas híbridas que simbolizan los
diversos vicios: bestias, fieras y monstruos espantables, donde se ven pintados
hombres medio leones, otros medio perros, otros medio osos, medio peces, medio lobos, símbolos todos y
figuras metafóricas de la sociedad; en ellos late la lujuria, avaricia,
ambición, bestialidad, tiranía, sagacidad y brutalidad.
Tras el carro el cortejo donde están el rey de Francia, el Papa y el Emperador príncipes
y prelados cabalgan mansamente porque ya tienen la riqueza (el heno)
conseguida, representan el pecado del orgullo. Abajo, y en primer plano, la escenificación de una
serie de actos pecaminosos de confusa interpretación: en el centro del cuadro
se ve un homicidio, y
con el crimen, la muerte. Y los muertos también matan; en la parte inferior podemos contemplar al mendigo farsante (con un niño), es la avaricia que conduce al engaño y al fraude; la buenaventura de la cíngara, la actuación del charlatán, al médico embaucador (con diagramas y frascos en una mesa para impresionar a sus víctimas) tiene la bolsa llena de heno al tener ganancias conseguidas ilícitamente, la proposición de una monja a un personaje de sexualidad equívoca -simbolizada por la gaita-, a la derecha varias monjas introducen heno en un saco (atesoran riquezas) y las está vigilando un monje con una abultada panza, símbolo de la gula, etc.
con el crimen, la muerte. Y los muertos también matan; en la parte inferior podemos contemplar al mendigo farsante (con un niño), es la avaricia que conduce al engaño y al fraude; la buenaventura de la cíngara, la actuación del charlatán, al médico embaucador (con diagramas y frascos en una mesa para impresionar a sus víctimas) tiene la bolsa llena de heno al tener ganancias conseguidas ilícitamente, la proposición de una monja a un personaje de sexualidad equívoca -simbolizada por la gaita-, a la derecha varias monjas introducen heno en un saco (atesoran riquezas) y las está vigilando un monje con una abultada panza, símbolo de la gula, etc.
A la izquierda
del simbólico carro, un mendigo tendido en el suelo reposa sobre el regazo de
una monja con un niño en sus brazos, el mendigo está a sus anchas, indiferente
al mal que azota al mundo. Los mendigos tienen un privilegio: pueden dormir aun
en el tumulto. Detrás de ella el profeta Isaías predica la vanidad de las
disputas humanas. Junto a ellos triste el gesto del Redentor que no puede
salvar a los malévolos.
Resumiendo se
retrata cómo los más poderosos, como por ejemplo emperadores, reyes, y papas que encontramos
en la izquierda del cuadro, no tienen problemas para alcanzar su «ración de
placer», mientras que las clases menos pudientes de la sociedad no lo tienen
tan sencillo, y tienen que pisotearse o matarse e incluso son atacados por demonios para
poder alcanzar algunos de esos «placeres». El Bosco denuncia con estas escenas
el egoísmo, la codicia y la ambición que anidan en el ser humano sea cual sea
su condición social y económica. Sus personajes son santos que él trata como
sujetos comunes y vulnerables. Todos tienen algo de caricatura, son seres que
con cierta exageración demuestran sus pasiones y bajos instintos sin tapujos ni
moralidad.
Pero por todo ese desenfreno la Humanidad tendrá su
castigo. El Bosco abre ante nuestros ojos los horrores del Infierno. En el ala
de la derecha presenta el infierno y el castigo de los pecados. El infierno se
representa como una ciudad incandescente, un muy significativo incendio de
fondo, con unas construcciones satánicas entre las que se pueden ver los
demonios y los condenados.
Diablos dedicados a la construcción de una torre,
quizá referencia a la bíblica torre de Babel.
Y que puede hacer referencia a que ya no cabían las almas en el infierno y que
los que allí entran (pues no otro destino tienen las figuras del panel central)
ya no caben.
Se
repiten aquí los incendios de estructuras, tan típicos de la obra del Bosco,
pues pueden verse similares igniciones en el panel derecho del tríptico El Juicio Final, así como en
el lateral derecho de El jardín de las delicias. Son edificios
incendiados en los que se ve que el fuego viene desde abajo, con lo que los
infiernos que pinta el Bosco acaban pareciendo lugares de confrontación
militar.
La
temática del cuadro se debe en gran parte a que el Bosco fue un pintor moralizante y crítico con la sociedad de su
tiempo, y este cuadro es un fiel reflejo de su actitud al respecto. El Bosco en
la obra pretende relatar cómo todas las clases sociales quieren conseguir su parte de heno del carro, es decir,
su parte de placeres y riquezas. La
escena puede estar basada, como ya hemos dicho, en el
proverbio flamenco que reza: «El mundo es un carro de heno, del cual cada uno
toma lo que puede». Todo tipo de personas se agolpa junto al carro, y desde el
Papa a los más plebeyos arrancan los puñados de paja. Es una aplastante sátira
de un mundo que ha abandonado a Dios. El carro de heno muestra el infierno de los vicios, denuncia el gusto por las
riquezas terrestres tan efímeras, lo que anuncia las vanidades de los siglos
siguientes. Sus ideales atacaban ferozmente la situación clerical, que se hundía en la corrupción, la simonía y la prevaricación. Los placeres que el clero disfrutaba sin ningún recato eran considerados por algunos como el Bosco, como el camino al Infierno.
Mostró a sus contemporáneos mundos que nadie hubiera creído
posibles. Se trata de una de las primeras pinturas de la historia del arte que
representa escenas cotidianas y no idealiza la vida, el destino, el pecado, la
virtud o la muerte. Pintores de las siguientes generaciones tomaron el testigo
del visionario maestro y convirtieron la existencia humana en tema central del
arte. Podemos decir que El Bosco mostró a sus contemporáneos mundos que nadie
hubiera creído posibles, llenos de ilusiones y alucinaciones, monstruos y
pesadillas extraordinarias, y la trilogía de la esencia humana: la tentación,
el pecado y la rendición de cuentas.